Hablar del artista chino Ai Weiwei sin que una marea de sentimientos se arremoline en nuestro interior es prácticamente imposible; tristeza, rabia, impotencia, cientos de emociones que nos golpean sin previo aviso, y lo mejor de todo, que no es provocado por una obra cursi llena de romanticismo que apela al lado sensible de las personas, todo lo contrario, Ai Weiwei nos ataca con la cruda verdad, con la vida y con el mundo.

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Multifacético, el artista se ha movido por la pintura, la escultura, el arte conceptual, la arquitectura e incluso hasta la poesía, compartiendo con nosotros proyectos  cargados  de crítica, denuncia política y cuestionamientos, mostrándonos en sus obras no solo una cantidad abismal de situaciones que han sido constantemente ignoradas, sino también el rol que como humanidad debemos asumir para -al menos intentar- detener estas agresiones.

 

 El mayor ejemplo y el más famoso de lo anterior es su película Human Flow (marea humana), en la que, aunque nos parezca increíble, se puede apreciar a millones de personas que se ven forzadas a huir de sus hogares, un largometraje de lo que está pasando en el momento,el sufrimientos de miles de familias en vivo y en directo. 

 

Teniendo en cuenta los temas que trata, considero que no existe mejor persona para retarlo que el mismo Ai WeiWei,  alguien que ha experimentado en carne propia la crueldad de la política, de los gobiernos y el régimen. Sin lugar a duda, un artista y activista inigualable, el más influyente de nuestros tiempos.